El viejo sistema educativo industrial castra la autoestima, mutila la confianza y mata la creatividad de los niños. Prueba de ello es la neurosis y el malestar que padecemos –o hemos padecido– la inmensa gran mayoría de adultos. Todos los que formamos parte de la escuela consciente Terra lo sabemos por experiencia personal. De hecho, es precisamente nuestra propia experiencia de transformación la que nos mueve a querer transformar las escuelas tal y como las conocemos.
Estamos convencidos de que la educación es a la vez el gran problema y la gran solución de la humanidad. La sociedad y el sistema son un fiel reflejo de cómo pensamos y nos comportamos los ciudadanos. De ahí que la revolución educativa es lo que en última instancia realmente transforma el mundo. No en vano, la educación consciente que promovemos busca que los niños puedan cosechar –a su manera, a su ritmo y a su debido tiempo– estos cinco resultados esenciales:
1. Que se valoren a sí mismos. Es decir, que aprendan a cultivar el amor propio para gozar de una sana autoestima, sintiéndose seguros y a gusto de ser quienes verdaderamente son. Que aprendan a ser felices por sí mismos, sin necesidad de estímulos externos ni de apegos excesivos. Y que sean empáticos, pacíficos y amorosos para con los demás.
2. Que sepan valerse por sí mismos. Es decir, que aprendan a ser independientes y autosuficientes en todas las áreas y ámbitos de su vida. Que gocen de libertad de pensamiento, que tengan criterio propio y actúen con sentido común. Y que sepan responder con madurez y resiliencia frente a los retos y desafíos que les plantee la vida.
3. Que se guíen por sus propios valores. Es decir, que gocen de una brújula interior que les permita saber qué es lo verdaderamente importante en la vida. Qué tengan muy clara cuál es su noción de éxito. Que confíen en ellos mismos y en la existencia, tomando decisiones movidas por la intuición. Y que actúen de forma cívica e íntegra, cultivando el altruismo y la generosidad.
4. Que aporten valor a la sociedad. Es decir, que sepan qué es lo que les gusta (pasión), qué es lo que se les da bien (talento) y qué problema social les motiva resolver (contribución). Que desarrollen su función profesional con vocación de servicio e integridad. Y que sean líderes de sí mismos, comprometiéndose con un propósito que dote a su vida de un sentido más trascendente.
5. Que tengan el valor de hacer de su vida una obra de arte. Es decir, que sean escépticos y se atrevan a cuestionar el pensamiento único dominante en nuestro tiempo. Y que se conviertan en adultos sabios, conscientes y creativos que se atrevan a honrar su singularidad y vivir de forma auténtica. Y que, en definitiva, aprovechen y disfruten al máximo de este regalo llamado “vida”.