En la escuela consciente Terra colaboramos estrechamente con todos los padres y madres de nuestros alumnos. De hecho, aspiramos a que todos ellos estén despiertos y vivan de forma consciente, de manera que haya coherencia entre lo que los niños reciben en casa y experimentan en clase. Para lograrlo, les animamos a que se (trans)formen con nosotros, pudiendo así honrar con los principios del siguiente decálogo:
1. La educación es responsabilidad de los padres. Ellos son sus principales referentes, guías, gurús, coachs y mentores para aprender a vivir sabiamente. La escuela es el complemento perfecto para su desarrollo óptimo.
2. La única forma de educar es a través del ejemplo. Nuestros hijos se nutren de quiénes somos, de lo que hacemos y de lo que decimos, así como de la energía que desprendemos cuando interactuamos con ellos.
3. Emancípate emocionalmente de tus padres. Si no estamos verdaderamente en paz con nuestros padres, tendemos a tratar a nuestros hijos del mismo modo en el que fuimos tratados durante nuestra infancia.
4. Practica la paternidad consciente. Despertar quiere decir que comprehendemos que nuestros hijos en realidad son espejos que nos reflejan nuestras luces y sombras y en los que proyectamos lo que llevamos dentro.
5. Lo mejor que puedes hacer por tu hijo es ser feliz. Cuando estamos bien con nosotros mismos podemos relacionarnos con nuestros hijos de forma consciente, tomando en cada momento la actitud más conveniente para ellos.
6. Antepón sus necesidades a las tuyas. Ser un padre consciente consiste en dejar nuestro ego a un lado, pudiendo así empatizar con las necesidades de nuestros hijos en vez de pretender que ellos se adapten a las nuestras.
7. Sostén sus emociones. Por más en desacuerdo que podamos estar con ciertas conductas y actitudes infantiles, es fundamental aprender a no perturbarnos a nosotros mismos cada vez que se dejan llevar por sus emociones.
8. Acompáñale con amor. Nuestra función más importante es acompañarles emocionalmente durante todo su proceso evolutivo, encontrando la fuerza para amarles cuando menos lo merezcan, pues es cuando más lo necesitan.
9. Háblale con respeto. Evidentemente hemos de poner límites a nuestros hijos; eso sí, a poder ser hemos de procurar ponérselos sin agresividad ni violencia. Más que nada porque tarde o temprano recogemos lo que sembramos.
10. Déjalo seguir su propio camino. En vez de condicionar a nuestros hijos para ver la vida de una determinada manera –la nuestra–, hemos de hacerles preguntas para que descubran por sí mismos la suya propia.
11. Relájate: no existen los padres perfectos. Hagamos lo que hagamos, lo cierto es que nuestros hijos van a tener que lidiar con sus propios traumas. Centrémonos, pues, en convertirnos en el cambio que queremos ver en ellos.